Los valores del mundo son los que el mundo naturalmente prioriza. No tienden concebir nuestras vidas como una prueba de mostrar el amor de dios a nuestros prójimos. No tienden priorizar sacrificar nuestra bondad para la bondad de otros. Ciertamente, no tienden amar a sus enemigos, sino, hacer la venganza contra ellos.
Esta tendencia de priorizar la bondad de nuestros mismos, multiplicado por billones a través de las naciones del mundo, fabrican un sistema de valores y morales que son hostiles a los mensajes contenidos en los Evangelios. Mamón es dios del mundo. Nosotros naturalmente amamos dinero. Nuestras vidas son dedicados a la meta de maximizar nuestras cuentas bancarias. Números en las pantallas de computadores simbolizan el valor de nuestras vidas. Las cosas materiales – nuestras casas y coches y ropas – promueven nuestra vanagloria.
La bondad de otras no es nuestra prioridad. Hacemos lo malo en busca a nuestro ídolo dinero. Amar a nuestros prójimos es un mandamiento subordinado al mandamiento del Mamón. Nuestros prójimos, y aun amigos y familias, son herramientas para explotar. Si los dañemos, pues, no es importante. Aunque las heridas que tú infliges pueden herir tu conciencia, la intoxicación de dinero cubrirá el dolor.
Y, aunque habrá algunos que conocen lo malo dentro de ti, habrán otros quien verán tu vanagloria. Entonces priorizamos las opiniones de otros. Intentamos hacerles sentir envidia porque su envidia representa éxito en nuestras vidas.
Por supuesto, pensar así es una receta para desastre. Un hombre como así es un hombre dirigido enteramente por pecado.
Si, PECADO.
Aunque el mundo odia esta palabra, yo digo que es absolutamente necesario para entender nuestros seres. Es la concepción más fundamental de Cristianismo. El mundo odia la palabra “pecado” porque prefiere considerar a sí mismo como bueno, como moral, como personas que no merecen la castiga del infierno. El mundo la odio porque temen descubrir que mucho de nuestras acciones son motivados por orgullo, envidia, lujo, glotonea, ira, pereza, y vanidad.
El desinterés de nuestras vidas que Jesús proclamó ignoramos. Nos enfocamos a enriquecernos. Nos enfocamos a divertirnos. Nos preguntamos: ¿Que comeremos, o que beberemos, o que vestiremos? Decimos que ya conoce lo bueno, lo recto, lo moral. Decimos que no necesitamos sentir la picadura de convicción de pecado porque tal picadura fue inventado por la iglesia católica para atemorizar a gente de mentes simples y controlarlos en sistemas tiránicos.
Si, la Palabra de Dios es continuamente corrompida por predicadores falsos para el amor de dinero y poder. Tal corrupción ocurría desde tiempos romanos hasta los televangelists de hoy en día. Continuará hasta vuelve Jesús. Pero eso no significa que el corazón de los Evangelios es corrompido, sino el corazón del hombre que utiliza los Evangelios como una herramienta de manipulación. Recuérdate que la verdad siempre es distorsionado para propósitos deshonrosos. Desde el principio, hombres malvados han usado la verdad para engañar, y manipular, y tiranizar, y matar a individuos.
Hay mucho más justificaciones articuladas para justificar el rechazo de pecado. Dicen que no existía Cristo. Dicen que no hay dios. Dicen… muchas otras cosas.
No obstante, creo que la vasta mayoría de nosotros rechazamos a Cristo, y rechazamos que somos pecadores, porque no deseamos cambiar nuestras vidas. No deseamos considerar nuestras frutas. No deseamos considerar donde pasaremos eternidad después de la muerte. Tales consideraciones pueden ser dolorosos porque los cambios inevitables que resultarán por ver nuestro estado vacío son desconocidos. No sabemos como nuestras vidas cambiarán por aceptar valores nuevos. Eso nos atemoriza, y nuestras vidas ya contienen mucho dolor y miedo.
Y la Biblia no promete que nuestras vidas serán perfectas cuando nos rendimos a Cristo. No obstante, es nuestra obligación dejar caer nuestras voluntades para discernir el puro voluntad de nuestro Creador, quien nos reveló la Ley intentada a gobernar nuestras vidas. Es nuestra obligación a reconocer nuestros pecados manejando nuestras acciones, y hacer nuestro parte de cambiar los valores del mundo, que no son basados en Cristo, sino en el egoísmo de pecado, que produce el amor de vanagloria y dinero.
Somos hombres. Como hombres tenemos la obligación de ser buenos, y eso requiere que seamos Cristianos. Ya está.